A veces cuando pasan las fiestas siento como si una ola de mar me hubiera tragado, revuelto y vuelto a escupir en la orilla. De esas olas de mar picado de la costa argentina, que te agarran justo en ese momento que ya es tarde para zambullirte, y también tarde para salir “corriendo”. Entonces el 1 de enero me levanto con el pelo lleno de arena, tosiendo el agua salada que me entró por la nariz y me llegó hasta la garganta dejando ese ardor característico. Intento ponerme de rodillas para volver a pararme, pero en eso llega la réplica de alguna otra ola, y me vuelvo a tambalear. Me saco el agua de los ojos a medida que intento abrirlos, todavía no sé dónde está el norte, dónde está el sur. Busco con la mirada a lo lejos la sombrilla para volver a ubicarme en qué universo espacio-temporal volví a salir, pero ya me olvidé de qué color era la sombrilla y además nunca está donde la dejé.
Las corridas de último minuto que cada vez pienso que el año siguiente voy a hacer diferente y que claro, después vuelvo a caer igual (y ahí sí que la sombrilla nunca se mueve y se atornilla cada vez más a fondo como si echara raíces en la arena). Que si la pasas solo/a, que si te quedás, que si te vas, que los que se fueron y nunca volvieron, que los que vienen como tsunami y después se vuelven a ir. Que esa persona que extrañas tanto y ya no está. Que esa persona que te cuesta y siempre está, y que nunca nada es suficiente. Que la alegría, que el festejo, que también la tristeza, que también la angustia. Que si el pan dulce lo traés vos, que si lo traigo yo, que si me olvidé que era mejor con frutas secas. Que la carencia, que los excesos.
Enero se llama enero en honor al dios Jano, uno de los dioses más antiguos de Roma. Era el dios de los inicios, de las transiciones, de las puertas, de los umbrales. Se lo representaba con una llave en la mano izquierda, y con un bastón en la derecha. Es el que abre el paso, pero también el que lo cierra. Y se lo representaba también con dos caras, una que mira al pasado y la otra que mira al futuro, una cara más joven, y la otra cara más anciana. Los dos rostros no se miran a los ojos, miran para lados opuestos. Como si Jano estuviera destinado a ese desgarro. Pero también en esa polaridad reside la unidad que aparece en la moneda, y Jano entonces es también el que está en el “medio”, y por eso puede ver el camino, más allá de los opuestos de la vida.
1 de enero, que puedas volver al centro, que puedas volver a pararte, encontrar la llave en el agua revuelta, y aprender a usar el bastón para seguir haciendo camino. Buen re-comienzo 🌅🌱
Comentarios